Qin Shi Huang ( Primer Emperador de China)

primer emperador de china Qin Shi Huang Die; emperador de China, el primero de la dinastía Qin (221-210 a.J.C.). De entre los siete estados que conformaron y protagonizaron el periodo de los Estados Combatientes en la época final de la dinastía Zhou del Este, el reino de Qin fue el que alcanzó el poder sobre todos los demás, gracias a su superior desarrollo de la tecnología militar y a su sólida organización política y social.



Dado que él mismo estaba firmemente convencido de que inauguraba una dinastía sin fin, añadió a su título imperial el carácter shi, que significa "primero". De este modo su nombre oficial quedó registrado en los anales como Shi Huang Di o Shi Huangdi, al que más tarde se añadió el nombre de su dinastía: Qin Shi Huang Di ("Primer Augusto Emperador de la Dinastía Qin"). 

Estableció un sistema centralista basado en la aplicación de la ley mediante un riguroso código de premios y castigos. La intolerancia ante cualquier filosofía o corriente de opinión que no se ajustara a las características de su gobierno tiránico originó la persecución de los seguidores de Confucio y la quema de libros confucianos. Junto con estas medidas, el emperador, aconsejado por Li Si, comprendió la necesidad de unificar los diferentes sistemas de escritura existentes en un único estilo que, a partir de entonces y gracias al desarrollo adquirido con la aparición del pincel y la tinta en la dinastía Han, se convirtió en el instrumento común de comunicación y civilización en el territorio chino hasta la actualidad.


 Estableció un amplio aparato burocrático, estandarizó pesos y medidas y estableció la unidad monetaria. A partir de los sistemas de división administrativa puestos en marcha en los siglos anteriores, el emperador dividió el imperio en treinta y seis comandancias, gobernadas por un gobernador civil, uno militar y un inspector imperial o delegado del gobierno.

La Gran Muralla China

Qin Shi Huang Di mandó construir la Gran Muralla para reforzar la frontera norte y defenderla de los ataques de los pueblos nómadas.

  Pero, más que una utilidad militar y defensiva, la Gran Muralla simbolizaba el límite entre la barbarie y la civilización. A los diversos pueblos que habitaban el espacio civilizado de China les avisaba de que si traspasaban ese límite, tratando de huir del dominio del gobierno chino, también quedaban fuera de su tutela y de su superior cultura.

 En conjunto, la Gran Muralla mide casi seis mil kilómetros y se extiende desde el mar Bohai, en el este, hasta el corredor de Gansu, en el oeste, con un trazado serpenteante a través de valles y montañas.
  Los materiales empleados en la construcción de este gran baluarte fueron la tierra, la piedra, la madera y la cerámica. Se levantaron paredes de entre siete y ocho metros de altura media con un camino de ronda almenado de 5,5 metros de anchura. Para crear esta gran frontera artificial se necesitó la mano de obra de 300.000 trabajadores forzados (esclavos, prisioneros de guerra y reos), muchos de los cuales murieron en el proyecto.
 Además del muro corrido, se construyó una torre de vigía cada 2,5 kilómetros, un puesto de guardia cada 5 kilómetros, un fuerte cada 15 kilómetros y un cuartel cada 50 kilómetros. Pese a su magnitud y magnificencia, la gran muralla no consiguió su objetivo militar de frenar las invasiones de los pueblos del norte, y fue más bien desde sus inicios un conjunto monumental excepcional.



Mausoleo y ejercito de terracota
 
Entre las obsesiones del emperador estaban el miedo a la muerte y derivada de ella la de recorrer Asia en busca del elixir de la inmortalidad, lo que habitualmente le obligaba a viajar. A los trece años cuando todavia era el prícipe Zhen y tras ser elegido, cuentan las leyendas, que ya empezó a pensar en su tumba, a idear cómo habria de ser el monumento funerario que le recordara para siempre; quizás la manera más segura de pasar a la historia como un rey inmortal.

Buscaría otras muchas fórmulas a lo largo de sus años de vida. Evidentemente sin resultados. Fue esta obsesión por la inmortalidad, precisamente, la que desencadenó su inevitable muerte y precipitó la rápida caída de su dinastía.

 Para el emperador, su tumba debía ser una copia del universo conocido y en ella encerrar todas las maravillas del mundo. Quería que su morada eterna fuera la más espléndida jamás construida, quería sobre todo que nadie pudiera profanar su descanso. Asi que mandó a sus numerosos subditos construir 8.000 soldados a tamaño real, cada uno diferente al otro, formados para siempre en posición de batalla, vigilantes ante su tumba y junto a ellos toda una manada de bellos caballos y algún carro de combate.
 Qin Shi Huang Di aún conjugó las dos tradiciones, ya que es sabido que junto a su ejército en terracota fueron enterradas muchas de las personas que habían intervenido en la obra, así como sirvientes de su corte. El ejército se dispuso en cuatro fosas, perfectamente delimitadas por muros de tierra, con una cubierta de madera y con una disposición muy similar a la del combate real: en las primeras filas la infantería ligera, sin apenas protección, seguida de soldados con coraza y lanzas de hierro, seguidos a su vez por la caballería; en la vanguardia, los soldados mejor equipados con ballestas y filas de arqueros en los laterales, representados algunos de ellos con una rodilla en tierra; por último, el cuartel general, carros y lanzas de bronce, con sesenta y ocho figuras enfrentadas cara a cara




En total, unas cinco mil figuras, realizadas todas ellas en terracota, con moldes para los cuerpos y extremidades, pero con un tratamiento escultórico individualizando del rostro y las manos de cada uno de ellos, con diferenciación incluso de sus rasgos étnicos, permitiendo apreciar la variedad de razas que habitaron el imperio. Su altura media es de 1,68 metros y en algunos casos todavía se aprecian los restos de la policromía con la que todos estuvieron cubiertos.


En su momento, la visión debió de ser realmente poco apaciguadora para los salteadores de tumbas, que tras salvar diferentes sistemas de seguridad, como fosos laterales y ballestas con disposición de tiro automático, lograron penetrar en ella y provocar un incendio que destruiría la techumbre de madera, y tal vez salir de ella con algún valioso tesoro oculto. Quizá en previsión de estos asaltos, el emperador eligió para su tumba un lugar más separado, protegido por su ejército en terracota. En su aspecto exterior quiso manifestar su presencia al levantar una colina, pero de su interior se sabe muy poco más que las descripciones realizadas por el historiador Sima Qian, que narra una visión de bóvedas celestes estrelladas de perlas, y de tierras surcadas por ríos de mercurio y plata.


Descubierto por unos campesinos, el conjunto funerario empezó a ser excavado en 1974, sin que hoy puedan considerarse acabados los trabajos. La labor de los arqueólogos confirmará o no la descripción del siglo II a.C. del historiador de la dinastía Han.


Qin Shi Huang debió tener un caracter enérgico y tenaz ya que son numerosas las obras de este singular emperador, pero también tuvo graves defectos como su carácter obsesivo y totalitario tratando siempre de controlar a sus súbditos. Asi que Qin Shui se ganó la animadversión de muchos de ellos, por lo que, para evitar ser asesinado, siempre debía ignorarse en cuál de sus 260 palacios se encontraba. Entre las muestras de despotismo con su pueblo destaca la de quemar todos los libros que no trataran de agricultura, medicina o profecías y, sin embargo, vindicó los libros que apoyaban su régimen, para los que creó una biblioteca imperial.








En los últimos años de su vida, después que varios intentos de asesinato se volvió más paranoico y contrató a varios “dobles” para despistar a sus posibles asesinos.
 

 






















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